Se hizo un silencio abrupto. El constante y aburrido sonido de las voces metálicas dio paso a un vacío sonoro y hueco. Se escuchó un chasquido eléctrico y el televisor pasó del colorido más intenso al gris opaco en un instante, mientras la negrura se cerraba sobre el último pixel encendido de la pantalla.
Había sido un día intenso de trabajo. Un día complejo lleno de soluciones para situaciones complejas a las que hubo de dar respuesta rápida y certera. Una jornada eficiente donde puso a prueba, como cada día, a sus facultades como profesional, mermadas a veces, por el cansancio y la cotidianidad. Siempre era lo mismo.
Pero ahora se extendía ante él uno de los mejores momentos del día. La hora de dirigir sus pasos al recinto último de su intimidad. Ese lugar donde no importaba ser buen profesional, buen amigo o buen hijo. Ese “ahora» que se iba a convertir en un despertar a otro lugar. Indefinido y sin explorar. La hora de irse a dormir. El momento de descansar.
Sus zapatillas se arrastraron por el piso con su cuerpo a cuestas, deslizándose indolentes hacia el sanitario, donde iba a comenzar su ritual nocturno de cada día. Cepillarse los dientes, el enjuague con su colutorio, el cuidado de su piel con su crema hidratante nocturna. Todo lo transportaba hacia ese momento dulce, esperado, suave, de irse a dormir.
Apagó las luces últimas de su piso y sus pasos lo llevaron a su dormitorio. No fue consciente de que había entrado en su cama hasta que olió el aroma de las sabanas limpias, el tacto del algodón y el frescor del tejido en su piel varonil. Dejó ir un suspiro con la boca bien abierta. Era más bien una exhalación, larga y prolongada, con la que dejaba atrás un día intenso, para dar la bienvenida a una noche desconocida.
Cerró los ojos en calma, arrebujándose en el fondo de sus sabanas, hundiendo la cabeza en su almohada y sintiendo cómo poco a poco su cuerpo entraba en color. Movió sus piernas sintiendo el roce de las sabanas sobre su piel y también se sintió afortunado. Reconfortado por tener y vivir ese momento, por disponerse a dejarse ir en manos de la noche que probablemente lo iba a recibir con todas sus maravillas inconscientes.
Sintió agradecimiento por poder disfrutar de la ternura que le ofrecía su propio lecho y dejó que sus músculos fuertes se aflojaran y se abandonó al instante que él sabia iba a durar unas cuantas horas. Se abandono al abrazo de la noche, una dulce muerte que le traería un nuevo mañana. Una confortable y voluntaria renuncia que le proporcionaría un nuevo día. Se dejó en manos de esa parte profunda de si mismo y a quien no conocía, pero sabia que cuidaba de él.
Transcurrió el instante y él se perdió en un mundo caliente, oscuro, sordo y callado en el que ya no tuvo voluntad. Un mundo que a veces podía adivinar en retazos de lucidez, pero al que nunca pudo acceder consciente. Un instante eterno de paz, calma y confort que se extendía ante su consciencia como un mar sin fondo ni horizontes, pero del que se reconocía navegante.
Sabía que pronto despertaría, en algún lugar, aunque no tenía la certeza de si sería en este o aquel mundo, en esta o aquella historia. No importaba, pues se sentía seguro, cálido y en paz. Buenas Noches.
Relato por Joan Ortín Meneses e Ilustración por Gemma Queralt Izquierdo
El blanco del papel era liso y yermo como la tundra, frío y desolador. Nada podía surgir de ese vacío inquietante, ese espacio sin referencias que se extendía ante sus ojos como la interminable y aburrida perspectiva de un insulso domingo de invierno.
No se encontraba inspirada. Las musas y demás seres iluminados que habitualmente la acompañaban, ahora la habían abandonado a su suerte. Una suerte de abúlia sin sentido que presagiaba una jornada poco provechosa donde la creatividad, una vez más, se iba a esfumar.
Los duendes, las hadas, los seres elementales del lugar, seguramente andaban entretenidos en otros lugares más prósperos, y se habían ausentado de su hogar. Se encontraba sola, sin ideas, frente al gran lienzo blanco en el que supuestamente debía volcar sus genialidades.
Pero éstas, no aparecían. Ni genialidades, ni siquiera una simple vulgaridad, repetición de otros o inspiración indebida. Nada. Solo una gran tundra blanca, fría, vacía y sin forma ni límites. Una inquietud y un desasosiego plasmados frente a sus ojos que se mofaba indolente de su creciente ansiedad. La nada.
Ilustración: Gemma Queralt Izquierdo
La nada le despertaba una sensación de vacío conocido. Una sensación de falta, como si careciese de algo inespecífico. Un sensación que conocía levemente, a la que en contadas ocasiones se había asomado. Una leve emoción le vino a su presente, era como una especie de vértigo, ligero, mortecino, que la llamaba con ecos en sordina.
Escuchó esa llamada. Le prestó atención a ese susurro interior. El vacío venía a ella. Surgía desde el pozo de su interior y se le mostraba una emoción vívida, de amor hacia si misma. Dejó llegar esa emoción y pudo sentirla cómo se asomaba frente a ella. Era una súbita alegría por sentirse ahí, viva y presente. Sin más.
La tundra de papel dejó de serlo. Formas, colores, estructuras tridimensionales, fueron surgiendo desde el centro de su alma. Una miríada iridiscente de dibujos, seres, fantasías e imágenes danzaban frente a ella como si, poco a poco, fueran llenando el vacío que momentos atrás había en su lienzo blanco de papel.
Que fácil le pareció a ella conectar con su creatividad, solo tenia que aceptar y dejar entrar en su alma la soledad blanca del vacío, rendirse y abrazarlo sin prejuicios y contemplar su propio espacio interior, con la tranquilidad de que las musas y duendes que pensaba estarían de juerga en otros lares, resultaba que estaban ahí mismo a tan poca distancia de su ser: en su espacio interior.
La tundra blanca de papel, dejó de serlo para pasar a ser un frondoso vergel de colores y frutos, saberes y sabores, emociones y sensaciones, luces y sombras, formas y espacios voluptuosos ricos en perfumes, recuerdos, proyecciones e instantes presentes. Gracias, querida tundra blanca de papel por estar ahí en mi.
Si esta afirmación te lleva a sentir algún tipo de urgencia o prisa, entonces debes saber que no es ése el sentido que deseo darle a esta frase.
Si desearas perder el tiempo yo te animaría a ello, pues perder el tiempo es una forma de utilizarlo. Perder el tiempo, a veces, es una buena forma de invertir tu tiempo.
Pero cuando digo que“No hay tiempo que perder” me estoy refiriendo a que el tiempo es un activo que vale oro y no debiéramos perder oro. En ese caso nos estaríamos empobreciendo ¿No crees?
En mi caso, ha pasado ya media vida. El tiempo es como un yogur, tiene fecha de caducidad, por eso no deberíamos dejarlo pasar sin más.
Dicen los físicos y los místicos(últimamente se ponen de acuerdo muy a menudo) que el tiempo no existe. Que es una percepción del observador. Construccion de nuestra mente.
Esa serie de sucesos concatenados la podemos percibir gracias a que el sujeto(cada uno de nosotros) estamos separados con el objeto(lo que ocurre y las cosas).
Y ahí radica la gracia del tiempo. Gracias a que somos un ser experimentando una realidad terrenal podemos disfrutar del tiempo, podemos hacer uso de él.
Puesto que el día que dejemos esta estructura física que nos mantiene, ya no podremos disfrutar del tiempo y volveremos a ser uno con el todo. Seremos, ya no sujeto si no el objeto en si mismo.
El universo es atemporal. Pues qué suerte que yo soy temporal. Por eso, la pregunta es: ¿Qué harías si no tuvieras tiempo?
A veces asociamos el uso de la imaginación con nuestra infancia o con el mundo infantil en general.
¿Es quizás por eso que en nuestra vida de adultos utilizamos tan poco la imaginación?
Creemos que esforzándonos al máximo conseguiremos todo aquello que nos propongamos.
A medida que vamos desarrollándonos en nuestra vida vamos consiguiendo algunos de esos propósitos, sin embargo otros se quedan en el camino.
Los jóvenes van a ir descubriendo que aquellos sueños se van a ir quedando en el camino y relacionamos la capacidad de soñar e imaginar con la inmadurez.
La dura realidad va a ir devolviéndonos a lo largo de nuestra vida adulta a un mundo pragmático donde cada vez tiene menos cabida la imaginación y los sueños.
Vamos a ir generando capas de experiencias que van a generar duras estructuras de inamovible y terca realidad. Entonces vuelve a suceder, una y otra vez, siempre lo mismo.
Pero nuestra capacidad para soñar sigue en el centro de nuestro subconsciente. Cada noche lo hacemos, incluso en momentos de nuestra lucidez también.
¿Que te parecería entrenar esa capacidad?¿Podrías dedicar unos minutos durante el día a soñar de modo consciente el tipo de vida que deseas?¿Puedes despertar ese mago que hay dentro de ti para acceder a una realidad imaginada mucho mas elevada?
Ahora te escribo sobre la importancia de la imaginación. Tienes el poder de generar mediante tu imaginación una frecuencia mental que te acerque a un sector de la realidad afín a ese pensamiento.
¿De verdad crees que puedes experimentar una realidad de amor, plenitud y libertad, desde un pensamiento de rabia, culpa y carencias?
El primer paso para acercarte a una realidad mejor es imaginar que vives en ella. Dejándote sentir lo que experimentarías viviendo en esa realidad, amando, agradeciendo y experimentando, aunque sea a través de la imaginación.
Como hacías cuando eras más joven y que tan buenos resultados te dio. Pero no dejes de hacerlo, como en su día hiciste, mantente perseverante y camina hacia tus sueños.
Todo lo que vivimos está sucediendo, pero es en nuestra mente donde se desarrolla el juego. Percibimos la vida de forma enriquecedora y plena, o llena de profundas carencias; dependiendo de la salud de nuestras percepciones. Nuestra realidad, lo que acontece, es absolutamente personal, la mayoría de las veces vivimos cada uno de los sucesos que ocurren de una forma individual, según las experiencias vividas, según la forma de mirar, y dependiendo de nuestras proyecciones en el futuro.
Cuantas veces mi familia y amigos me han dicho: ¡vives en tu mundo! Y Cuantas veces les he respondido: ¡estáis invitados! De nosotros depende vivir una u otra realidad. De nosotros depende vivir en un mundo elevado, lleno de satisfacción y sabiduría, donde todas las cosas son posibles. O vivir en un mundo a ras de suelo, difícil y lleno de sufrimiento, carencias e insatisfacciones. La libre elección de la realidad en la que vivo es una de las manifestaciones de mi libre albedrío para elegir, para decidir de qué manera voy a vivir mi realidad.
A veces me imagino las infinitas posibilidades que se abren ante mi como cintas transportadoras de esas que hay en los aeropuertos. Yo mismo puedo elegir entre subirme a la cinta transportadora que me lleva a una realidad de aceptación, sin lucha, con amor, viviendo en lo esencial, libre de juicio y crítica. O elegir una cinta transportadora que me lleve a la crispación, la lucha con lo que es, la no aceptación y la exaltación de lo egoico, el juicio y las sentencias.
El juego se realiza en mi mente, y se manifiesta en mi vida. Lo que mi mente es capaz de visualizar, la vida se encarga de cristalizarlo. Todo lo que es real ha sido antes una idea. Por eso la importancia de prestar atención a aquellas cosas en las que pongo mi foco. Vivir consciente de mis pensamientos, de mis reacciones, de mi diálogo interno nos elevará a una realidad. El flujo de la vida se manifiesta en un continuo devenir de acontecimientos, mientras la magnitud de la creación se cristaliza tras ese fluir constante de ideas que afloran en el pensamiento. La indescriptible belleza del universo se expande continuamente a través de nuestra mirada y es por eso que adquiere tanta importancia sentir, ver, oír y percibir sin el filtro enrevesado de mis programas mentales.
A un nivel conciencial más alto, aceptar lo que es, lo que está ocurriendo en mi vida, sin juicios, sin exceso de imaginación proyectada en lo que pueda ocurrir. En otros casos, sin miedo por lo que en mi experiencia pasada ocurrió. Vivir aceptando la luz y la sombra. Rendidos y sin lucha ante lo que la vida me da. Entrenar ese percibir y sentir, no desde la mente si no desde el cuerpo, es una de esas tareas saludables y que conviene ejercitar. No en vano el cuerpo es el templo que da soporte a nuestra esencia, a nuestra alma. El cuerpo es ese espacio sagrado, el umbral y puerta de entrada a nuestra mas profunda esencia, porque en el cuerpo se expresa de forma contundente nuestra realidad.
Observar qué sientes, escuchar qué dice tu organismo, prestar atención a las enfermedades que nos achacan, sin la perturbadora manipulación de nuestros patrones y «software» mental, es la mejor manera de entender el juego de la vida. De tomar consciencia y darse cuenta de que es aquí y ahora donde se está jugando.
Nuestra mente necesita entender y aprender a descodificar qué aspectos debemos contemplar y qué sabidurías debemos comprender. Esos aprendizajes se nos mostraran una y otra vez hasta que seamos conscientes del mensaje.
El universo es paciente hasta la eternidad. Las señales se nos muestran en nuestro día a día de la manera más simple, permaneciendo consciente y alerta conoceremos como la vida nos habla, y veremos que cada uno de nosotros tiene su propio lenguaje, sus propios códigos de un lenguaje común.
Un inoportuno dolor de cabeza, una situación absurda en apariencia, una nube que de repente cubre el sol radiante, pequeños detalles que dan respuesta a ese diálogo interior. Una vez entiendas su lenguaje podrás dialogar con tu maestro, con la vida, con el universo, que se volcará en comunicarse contigo ilusionado y esperanzado ante la perspectiva de saber que estás atento a sus indicaciones.
La catalización de todas estas señales hará que dispongas de un vehículo de aproximación para con nuestros semejantes, unidos por ese lenguaje común que el universo nos ofrece, que radica simplemente en preguntarse en diálogo profundo con nuestro ser, el «para qué» ha ocurrido este hecho, o el «como» me siento ante esa otra circunstancia.
A medida que comprendamos esta comunicación vital, y aumentemos, por así decirlo, el número de escuchas, entonces más personas irán comprendiendo los códigos que el universo nos ofrece. Es el concepto de masa crítica, primeramente unos cuantos aprenden el nuevo paradigma, poco a poco se van sumando a la nueva idea grupos de personas, la masa de individuos aumenta, hasta un número crítico, finalmente terminará siendo toda la humanidad quien integre la nueva enseñanza en sus vidas.
Un ejemplo fácil lo tenemos en el uso del teléfono móvil o celular. Cuando surgieron los primeros móviles unos pocos accedieron a él, mientras muchos otros se negaban a tener un aparato de esos, incluso pregonaban que jamás lo usarían. Actualmente todos tenemos esos aparatos integrados en nuestra vida. La masa crítica de personas sobrepasó a los que no querían «movilizarse».
Cuando las señales, o el lenguaje del universo, aún convirtiéndose en obvio, no llega a nuestro entendimiento, no por falta de capacidad comprensiva sino porque cerramos los ojos al diálogo, entonces la conciencia universal no cejará en su empeño, y se mostrará la enseñanza codificada una y otra vez, desde lo mas sutil hasta lo más evidente.
Las situaciones y enseñanzas se repiten una y otra vez, de diferentes modos, el universo pasará de susurrarnos a hablarnos a gritos, y entonces pueden ocurrir situaciones desagradables, rupturas, o incluso problemas de salud que tienen como único fin llamarnos a la reflexión.
Para la energía divina lo único importante es que aprendamos, tomemos conciencia, y en su infinito amor se mostrará ante nosotros mediante esas sincronías vestidas de casualidades. La vida te habla.
No dejes de observar las señales, es una forma de dialogo con la vida, entre el mundo que te rodea y tu propoia esencia.
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